A veces las brechas de los lugares parecen hacernos guiños de complicidad enraizándonos a la historia, esas arrugas que resistieron las tormentas del tiempo nos invitan a viajar por las raíces lugareñas, el viajero con suerte podrá ver esos capítulos ancestrales que resistieron a los caprichos humanos, que se agarran aún con fuerza en adoquines, fachadas, edificios,y que sólo el paso del tiempo debilitó.
Corría el año 1767 cuando un enamorado de la pesca decidió poner fin a las impertinencias de su afición, debió pensar que la mejor manera de atrapar truchas no era hacerlo esquivando agujeros, sorteando piedras y las trampas que la naturaleza le imponía durante los casi 12 Km del río, sino hacerlo de una manera cómoda, así que mandó construir una pasarela de piedra con escalones, para aliviarse de los leves desniveles del terreno. Y así fue.
Hacía un año que en Madrid se había producido una revuelta contra el ministro Esquilache por la carestía de la vida y la mala cosecha, estas revueltas ocasionaron que el Rey destituyera a su ministro, ahora ese mismo Rey contrataría a alguno de esos madrileños amotinados para que le construyeran una pasarela desde su morada de recreo, el Palacio de La Granja, a través del corazón del Valle de Eresma.
Manuel Capón se asoma a través de la cámara con la misma curiosidad y transparencia con la que miraba como se velaban al sol los papeles fotográficos de su abuelo, para intentar descubrirnos una parte del mundo a la que no solemos prestar demasiada atención.
Viajando por el libro no puedo dejar de sorprenderme al comprobar el poco trabajo que me cuesta imaginar al propio Carlos III y su séquito andando apaciblemente por los caminos Segovianos, observando las truchas, escuchando los pájaros, despreocupado, ocioso, ajeno a las calamidades de su pueblo y al impacto generado por su regio capricho.
La naturaleza es una madre paciente, observadora, permisiva, conocedora de que antes o después se impondrá a los caprichos pasajeros de los gobernantes de turno o de los errores humanos.
Este libro invita a pasear por la revancha pacífica de la naturaleza, por la reconquista del verde sobre el ego, un maravilloso ejemplo de lo que seguirá haciendo la Pacha Mama cuando ninguno estemos aquí para verlo.
Prólogo Chema Sanmoran.
Intervenciones reales